Estos días se ha celebrado el centenario del nacimiento de Elsa Morante, una de las más grandes escritoras de la posguerra. Elsa Morante era una amante de los gatos, tanto que, según cuenta su biógrafo, se negaba habitualmente a comer en una trattoria romana porque, según ella, el encargado trataba mal a su gato. Sobre los gatos escribió:
¡Gracias a ellos podemos encontrar, en la tierra, una mirada viva que nos declara la más tierna amistad, sin sombra de juicio! Infeliz es el hombre que ignora los consuelos de tal amistad.
Elsa Morante se vio a sí misma como una dama de los gatos tanto que en uno de sus autorretratos (arriba) se dibujó rodeada de dos gatos (el dibujo proviene de Las bellas aventuras de Caterì de la trenza).
Para su gata siamesa llamada Minna compuso un bello poema en el que destaca su docilidad y bondad, pero también su alteridad y solemnidad.
Aquí está el poema y… ¡feliz cumpleaños Elsa Morante!
Elsa Morante- Minna la siamesa
Tengo una mascota, un gato: su nombre es Minna.
Lo que le pongo en el plato, ella lo come,
y lo que pongo en su cuenco ella lo bebe.De rodillas viene, me mira, y luego se duerme,
tal que se me olvida que lo tengo. Pero si entonces,
atento, al nombre lo llamo, en mi sueño un oído
los estremece: ensombrecido por su nombre es su sueño.Alegrías de decir, y gracias, una guitarrita que tiene:
si se rasca la cabeza, o el cuello, suena dulce.Si pienso en cuantos siglos y cosas nos dividimos los dos,
spaùro. Por mí tengo miedo: que ella no sepa nada de esto.
Pero si lo veo con un hilo de broma, si apunto
sus iris celestiales, la felicidad me lleva de vuelta.Los días de fiesta, que todos los hombres celebran,
Siento pena por ella, que no distingue los días.
Para que ella también celebre, le doy un pescadito para el almuerzo;
ni entiende la causa: aunque es bendecida se lo come.El cielo, para armarla, le dio uñas y dientes:
pero ella, tan amable que es, los usa solo para divertirse.
Piedad se me ocurre que, aunque la mate,
No tendría juicio, ni infierno, ni prisión.A veces me besa tanto que me engaño a mí mismo siendo querido por ella,
pero sé que otra amante, o yo, hacemos lo mismo por ella.
Ella me sigue, para engañarme que todo es para ella,
pero sé que mi muerte no pudo tocarlo.